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12 marzo 2008

La contaminacion "afecta" al cerebro.

La contaminación “afecta” al cerebro.

La exposición a los gases emanados por los autos provoca un efecto de estrés oxidativo, mecanismo que ha sido vinculado a enfermedades neurodegenerativas como Parkinson y Alzheimer, determinó una investigación de la Universidad de Zuyd, en Holanda.
Si usted respira el humo que despiden los autos durante una hora quizás no sólo sufra un dolor de cabeza. Una investigación reciente asegura que aún una pequeña exposición a los gases emanados por el combustible puede afectar la forma como funciona el cerebro.
Según el estudio publicado en la revista Particle and Fibre Toxicology (Toxicología de Partículas y Fibras), el humo de combustión del diesel induce una respuesta de estrés en la actividad cerebral.
Investigaciones anteriores habían determinado que las pequeñas partículas (llamadas nanopartículas) que respiramos en el aire contaminado pueden llegar al cerebro.
Sin embargo, ésta es la primera vez que se logra demostrar en un estudio que la inhalación de contaminantes puede alterar la actividad cerebral.
“Se sabe que las partículas inferiores a 10 micras (una micra es la millonésima parte de un metro), que ingresan por el tracto respiratorio al organismo también pueden entrar por el torrente sanguíneo y afectar a otros órganos”, dijo el doctor Héctor García Lozada, experto en contaminación atmosférica y salud pública de la Universidad Nacional de Colombia.
“Hasta ahora no habíamos tenido noticia de que llegaran hasta el cerebro”, agrega el experto.
“Pero sí sabemos por ejemplo de afecciones en el hígado o de otros órganos en los cuales se depositan las partículas”, agregó.
Estrés
Los investigadores de la Universidad de Zuyd, en Holanda, reclutaron a 10 voluntarios.
Algunos permanecieron una hora en un cuarto con aire limpio, y otros en un cuarto cargado con humo del escape de un motor de diesel.
Se les colocó un electroencefalograma (EEG), un aparato que registra las señales eléctricas del cerebro.
Y se monitorearon las ondas cerebrales de los voluntarios durante el período de exposición y durante una hora después que salieron del cuarto.
El nivel de concentración de gases de diesel que los individuos respiraron fue más alto que el que se inhala normalmente en el exterior, como por ejemplo en una calle transitada o en un garaje.
Los científicos descubrieron que después de unos 30 minutos de exposición, el humo de diesel comenzaba a afectar la actividad cerebral.
Los datos del EEG mostraron que el cerebro mostraba una respuesta de estrés.
Esto, afirman los investigadores, indica cambios en la manera en que la información es procesada en la corteza cerebral.
Las consecuencias de la inhalación incluso aumentaron cuando los sujetos habían salido de la cámara de gases. Los científicos creen que esto se debe al efecto de las nanopartículas, o partículas de hollín, que son uno de los principales componentes de los gases de la gasolina.
Éstas, dicen, pueden penetrar hasta el cerebro y afectar sus funciones. “Aunque hasta ahora no se sabía cómo estas partículas pueden afectar el cerebro, sí tenemos mucha información sobre los efectos de la inhalación del plomo de la gasolina”, indicó el doctor García Lozada.
“En muchos países la gasolina todavía contiene plomo y se sabe que éste causa efectos neurológicos e incluso puede afectar el desempeño intelectual de la gente, especialmente de los niños”, agrega el experto.
Nanopartículas
Los investigadores afirman que cuando las partículas de las emisiones de la gasolina se depositan en el tejido cerebral ocurre un efecto de estrés oxidativo.
Este mecanismo ya ha sido vinculado a enfermedades neurodegenerativas como Parkinson y Alzheimer.
Los especialistas infieren que quienes sufren una exposición crónica a la contaminación del aire en las grandes ciudades —donde los niveles de estas partículas de hollín pueden ser muy altos—, están en riesgo de que sus células sufran de estrés oxidativo.
“Si asociamos los resultados de este estudio con los efectos que ya se han demostrado de la gasolina, sin duda podemos esperar este tipo de consecuencias”, señala el doctor García Lozada.
A largo plazo, creen los científicos, los efectos de la exposición a las nanopartículas del tráfico podrían interferir con las funciones cerebrales normales y los procesos de información.
Pero subrayan, que aún hacen falta más estudios sobre el tema, especialmente en cuanto a la relación entre la exposición a las partículas y las respuestas del cerebro.
Estos estudios, sin embargo, tienen una limitación ética: hay que exponer a voluntarios a sustancias potencialmente tóxicas.

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