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11 octubre 2008

Mucho mas que un temblor.

SALUD Mucho más que un temblor
A los 100.000 españoles con Parkinson les duele más el alma (depresión, ansiedad, insomnio, etc.) que los síntomas motores

«En realidad, el paciente de Parkinson con temblor es el caso más benigno». Javier López del Val, especialista del Hospital Clínico de Zaragoza, relativiza así la imagen tópica de la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente tras el Alzheimer, que, como bien saben sus casi 100.000 pacientes en España, duele más por sus temblores del alma (depresión, ansiedad, trastornos del sueño, déficit de atención, etcétera) que por sus síntomas motores.
Y remacha la idea Jaime Kulisevsky, neurólogo del barcelonés Hospital de la Santa Creu i SantPau: «El temblor es muy aparatoso, pero poco incapacitante».
Para cuando se asoma el temblor, añade Gurutz Linazasoro, director del Centro de Investigación de Parkinson de la donostiarra Policlínica Guipúzcoa, la persona afectada ha «perdido ya el 50% de las neuronas dopaminérgicas». Y con ellas, buena parte de su capacidad para producir dopamina, el neurotransmisor que hace llegar desde el cerebro las órdenes para que los movimientos humanos sean rápidos y precisos. Eso explica los tres síntomas motores más típicos: el llamado «temblor de reposo» o «de contar monedas», la rigidez muscular y la lentitud de los movimientos voluntarios. Pero no agota la sintomatología, que, como decía en el último Día Mundial de la enfermedad la directora de la Asociación Parkinson Madrid, Laura Carrasco, es una auténtica cadena de sobresaltos que acaban llevando al paciente a la dependencia.
Riesgo de aislamiento
López del Val ha detallado esos «otros síntomas» en el Seminario Lundbeck sobre Parkinson celebrado en Sevilla bajo el expresivo título de 'Temblor: La punta del iceberg'. Entre esas manifestaciones escondidas, que causan angustia y sufrimiento, está la dificultad de articular palabras y la voz monótona y casi inaudible por su bajo volumen, que complican la comunicación con otras personas y suelen llevar al retraimiento y aislamiento. Y la dificultad para tragar, que afecta a más de la mitad de pacientes y debilita su autoestima. Está también la inexpresividad facial o cara de jugador de póker, que roba la sonrisa. Y los dolores en brazos y piernas. Y la disminución del tamaño de la letra o la dificultad para realizar movimientos «finos».
En esa lista aparecen síntomas muy incómodos y que puede limitar la interacción social, como el exceso de salivación que complica el tragar y el hablar, o como el exceso de sudoración que afecta a personas poco o nada tratadas. Y no faltan problemas en un capítulo tan básico como el de caminar, ya sea en forma de «mareos» -sentidos como tales, aunque en realidad revelan una inestabilidad e inseguridad en la marcha-, ya sea con alteraciones como bracear menos al andar, moverse en postura de flexión o llevar una «marcha magnética» que los deja como pegados al suelo. Como remate, las caídas son frecuentes, agravadas por la ausencia del típico mecanismo reflejo de defensa para amortiguarlas; es lo que suele llamarse «caída en bloque», de cuerpo entero.
Por otra parte, hay síntomas relacionados con el tratamiento, como el «deterioro fin de dosis» que refleja la percepción por el paciente de los períodos 'on-off' que señalan el inicio y terminación del efecto farmacológico. Y también puede influir la dosis sobre posibles movimientos involuntarios; unos pueden ser dolorosos, y otros, cuando es «como si sobrara dopamina», incluso invalidantes.
Alto riesgo de demencia
Pero si todo ello dibuja un escenario que sitúa al borde del aislamiento a la persona con Parkinson, los trastornos no motores asociados a la enfermedad también condicionan seriamente su calidad de vida. Lo dice Kulisevsky, quien remarca que esa patología es «el principal factor de riesgo en población normal para tener demencia», hasta el punto de que, en un seguimiento de 20 años a un colectivo de pacientes, «hasta el 83% tendrá una demencia asociada al Parkinson». Eso sí, aclara, cuanto más joven sea la persona diagnosticada, menor será su probabilidad de evolucionar a demencia.
Entre los trastornos no motores destaca el 90% de alteraciones del olfato, que podrían servir como «marcador precoz de riesgo» al ser anteriores a la aparición de la enfermedad. Pero aún son más significativos, por el que daño que causan, la depresión (50% de casos, sobre todo en forma de apatía), el insomnio y otros trastornos del sueño (50%), la ansiedad (45%) y los déficits de atención y/o memoria (50%). De su gravedad no hay dudas: la depresión y el deterioro cognitivo generan «más del doble de discapacidad» que los síntomas motores. También son frecuentes otros problemas que golpean la autoestima, como el síndrome de piernas inquietas (40%), la sialorrea («cuando se te cae la saliva», 40%) y, sobre todo, un capítulo que limita la autonomía personal donde caben la baja tensión arterial, el estreñimiento y las disfunciones sexuales.

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