Esos trastornos incluyen las apuestas compulsivas, las compras compulsivas y/o la hipersexualidad.
El aumento en el riesgo se observó en una nueva revisión de los registros de toda una década de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EE.UU.
"Lo que tenemos aquí es un ejemplo sorprendente de un problema importante con la seguridad de los medicamentos", afirmó el autor del estudio, Thomas Moore, científico principal del Instituto de Prácticas Farmacológicas Seguras y profesor de epidemiología y bioestadística en la Universidad de Washington en Washington, D.C. "Se trata del problema de que a veces los fármacos pueden provocar efectos secundarios psiquiátricos que en realidad hacen que las personas se comporten de formas extremadamente destructivas y anómalas".
Moore y sus colaboradores reportaron sus hallazgos en la edición en línea del 20 de octubre de la revista JAMA Internal Medicine.
Según la Asociación Americana de la Enfermedad de Parkinson (American Parkinson Disease Association), esos fármacos son parte de una clase de medicamentos potentes y efectivos conocidos como agonistas dopaminérgicos. Funcionan al imitar la actividad de la dopamina, una sustancia química del cerebro.
Los autores del estudio enfatizaron que esos medicamentos se usan ampliamente para tratar varias enfermedades, como el Parkinson, el síndrome de las piernas inquietas y a los pacientes diagnosticados con unos niveles altos de prolactina, que puede provocar impotencia en los hombres y prevenir el embarazo en las mujeres.
Tan sólo en los tres primeros meses de 2012 se surtieron más de dos millones de esas recetas, anotaron los investigadores.
Para explorar cualquier riesgo de desarrollar problemas con el control de los impulsos, los autores del estudio analizaron datos de la FDA sobre 2,7 millones de eventos farmacológicos adversos en EE.UU. y en el extranjero entre 2003 y 2012.
De éstos, se identificó que 1580 eventos tenían que ver específicamente con lo que los investigadores categorizaron como escenarios "graves" de control de los impulsos, y alrededor de la mitad fueron en pacientes estadounidenses. Los demás casos tuvieron que ver con pacientes de otros 21 países.
Casi el 45 por ciento de esos eventos (710) se vincularon directamente con el uso de uno de seis agonistas dopaminérgicos distintos, y la mayoría fueron en pacientes de sexo masculino (más del 65 por ciento) con una edad promedio de 55 años. El 55 por ciento restante se asociaron con el uso de otros fármacos, halló el estudio.
Más del 60 por ciento de las veces, los casos de control de los impulsos que tuvieron que ver con agonistas dopaminérgicos fueron en pacientes que luchaban contra el Parkinson, mientras que casi una cuarta parte fueron en pacientes con síndrome de las piernas inquietas, señalaron los investigadores.
Al desglosarlos, el equipo identificó 628 casos de apuestas patológicas, 465 casos de hipersexualidad y 202 casos de compras compulsivas.
"Diría que el riesgo de esos eventos no parece ser para nada raro", advirtió Moore. "Esos efectos secundarios psiquiátricos parecen ocurrir en al menos el 10 por ciento de los pacientes. Si se compara eso, por ejemplo, con el riesgo de suicidio en los pacientes que toman antidepresivos, esto es mucho más alto. Es una tasa astronómica, en términos del riesgo de un evento farmacológico adverso. Y francamente creo que estoy siendo conservador".
Joshua Gagne, profesor asistente de medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y del Hospital Brigham and Women's, en Boston, se mostró de acuerdo en que el aumento en el riesgo podría superar al 10 por ciento.
"El problema es que sin duda los problemas de los que hablamos no se reportan mucho", explicó. "Sospecho que muchos pacientes afectados nunca se lo cuentan a nadie. Es fácil imaginar que a un paciente se sentiría avergonzado si está perdiendo mucho dinero en apuestas o haciendo algo que en general no quiere que su familia sepa, lo que sugiere que muchos podrían mantener el problema en secreto, lo que nos lleva a subestimar la dimensión de la situación".
Gagne, que escribió un comentario que acompaña al nuevo análisis, dijo que se necesita mucha más investigación antes de que se pueda definir el verdadero riesgo con claridad.
Añadió que "lo que sabemos es que no hay muchas opciones de tratamiento para el Parkinson, por ejemplo, que funcionen tan bien como estos fármacos. De verdad son una piedra angular del tratamiento, y es importante tenerlos como opciones."
"Pero aunque se deben seguir utilizando, es igual de importante que sepamos cuáles son los riesgos", planteó Gagne. "Hasta que se realice más información, es importante animar a médicos, farmaceutas y pacientes a hablar sobre el problema, y ayudar a los pacientes a ser más francos cuando estos problemas surjan".
Según la investigación publicada en JAMA Internal Medicine, los medicamentos agonistas dopaminpergicos más fuertemente asociados con transtornos de control de los impulsos son pramipexol y ropirinol, así como el antipsicótico aripiprazol, afines al receptor dopaminérgico D3, aunque no son los únicos que provocan estos efectos secundarios. Si bien es un hecho conocido que varios medicamentos indicados para el Parkinson pueden causar estos descontroles de los impulsos, este estudio, por su extensión, confirma la gravedad del problema, y la gran atención que tanto médicos como pacientes y familiares debemos prestar ante cualquier señal de una falta de control de los impulsos. Se trata de un efecto secundario de los medicamentos, nada tiene de vergonzoso o culpabilizable, pero que puede llevarnos a problemas severos si no lo tratamos a tiempo. Y ya suficiente tenemos con sufrir de Parkinson y los tantos efectos secundarios de los medicamentos, para complicarnos con el descontrol indeseado de nuestras vidas. A prestar atención y hablarlo, si percibes señales de conductas compulsivas.
Fuentes: Medline Plus, JAMA Internal Medicine Online
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