La demencia incluye síntomas cognitivos y psicológico-conductuales lo suficientemente intensos como para producir alteraciones en la funcionalidad de quien la sufre.
Además del fallo de memoria debe aparecer al menos otro síntoma de tipo cognitivo, como desorientación témporo-espacial, afasia (comprensión del lenguaje), aprosexia (incapacidad de fijar la atención), agnosia (incapacidad de reconocer estímulos o aprender nuevos), apraxia (incapacidad de realizar movimientos con un propósito) o disfunción ejecutiva, debe marcar una ruptura con el nivel de funcionamiento previo, debe ocurrir en ausencia de alteraciones de la conciencia y tiene que permanecer en el tiempo.
La gran variedad de síntomas es un reflejo de las distintas formas de avance en el daño producido en el cerebro y su relación con las diferencias de cada individuo.
Aunque existen casos preseniles, es un síndrome que aparece mucho más frecuentemente en personas mayores y aunque hay muchos factores orgánicos que pueden provocarlo (enfermedad infecciosa, metabólica, vascular, traumatismo craneoencefálico, etc.), las enfermedades neurodegenerativas (enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, cuerpos de Lewy…) son la causa más común de demencia en mayores.
Se pueden clasificar las demencias como demencias corticales, cuyo principalmente exponente es la enfermedad de Alzheimer (responsable de la gran mayoría de las demencias), y demencias subcorticales, como la enfermedad de Parkinson o la corea de Huntington. En las demencias corticales encontraremos una importante desestructuración en funciones superiores (sobre todo memoria y lenguaje) y razonamiento abstracto, mientras que en las subcorticales, las alteraciones principales serán de tipo motor y conductual.
Las alteraciones más frecuentes en las demencias corticales son:
Alteración de memoria: la memoria episódica corresponde al sistema de codificación y almacenamiento de la información, relativa a episodios temporalmente fechados y espacialmente localizados en la vida de la persona. El déficit producido en ella se caracteriza por una amnesia para hechos recientes debida a la incapacidad para registrar o almacenar la información nueva. Es más la incapacidad para aprender que para recordar.
Esta alteración se debe a daños en el lóbulo temporal medial como la atrofia del hipocampo y corteza entorrinal típica del Alzheimer.
Según avanza la demencia, la dificultad se amplía hacia recuerdos más lejanos en el tiempo, observando este proceso de involución temporal hasta las fases finales de la enfermedad. Esta pérdida de recuerdos episódicos se va acompañando de un déficit de la memoria semántica o de conocimiento general del mundo, por daños en la corteza de asociación. La memoria implícita, responsable por ejemplo de las habilidades y destrezas motoras, permanece sin alteración durante más tiempo en las demencias corticales.
Aprosexia: la capacidad de mantener la atención se dañan precozmente en las personas demenciadas, al no ser capaces de distinguir los estímulos relevantes de los accesorios. A la hora de evaluar o intervenir con estas personas, siempre debemos de tener en cuenta estas limitaciones atencionales, que pueden contaminar los datos obtenidos en la evaluación o dificultar el proceso de estimulación cognitiva en las actividades que les planteemos dentro del programa de intervención.
Agnosia: la pérdida de la capacidad de reconocer estímulos sensoriales, limita o imposibilita a la persona a interpretar lo que percibe y supone una gran dificultad a la hora de comunicarse con el entorno.
Alteraciones del lenguaje: dentro de la afasia característica de la demencia, encontramos problemas de fluidez verbal. El discurso se vuelve pobre de significado y en él abundan las frases hechas, dando apariencia de vacío de mensaje. Si la persona pone énfasis en comunicar algo, normalmente surgen abundantes parafasias y circunloquios que le dificultan la transmisión de la información de forma clara y concisa. La anomia, o dificultad para encontrar las palabras deseadas, es un síntoma precoz en la aparición del síndrome.
En la fase más avanzada, el lenguaje puede llegar a desaparecer por completo o relegarse a meras palabras sueltas, articulaciones sin sentido o sonidos guturales.
La escritura también se ve alterada en el proceso de la enfermedad, mostrando desde fases iniciales una longitud y una complejidad sintáctica menor y aunque al principio mantiene la coherencia, surgen variadas sustituciones semánticas y errores ortográficos.
Disfunción ejecutiva: las funciones ejecutivas incluyen capacidades relacionadas con el autocontrol y la regulación de nuestro comportamiento, el juicio, la toma de decisiones, la planificación, iniciación y verificación de la conducta realizada, así como la inhibición y el cierre a voluntad de la misma. Pueden aparecer déficits de estas funciones en estados muy iniciales o incluso prodrómicos de la enfermedad de Alzheimer, precediendo al declive de otros procesos cognitivos.
Alteración de las capacidades visoespaciales: el déficit visoespacial se desarrolla con el avance de la enfermedad en actividades que ponen de manifiesto la utilización de capacidades visoconstructivas o de orientación en el espacio.
Alteración del estado de ánimo: la alteración de la morfología y el funcionamiento del hipocampo y, por consiguiente, del sistema límbico produce una tendencia a la labilidad emocional que desajusta las emociones asociadas a las situaciones vividas por la persona con demencia.
En la fase inicial también puede existir cierta tendencia al estado de ánimo decaído, apático y depresivo, como reacción ante la situación de conciencia de pérdida de capacidades.
Agitación de la conducta motora: la ansiedad entendida como acumulación de energía que produce malestar en la persona, puede manifestarse en la aparición de conductas repetitivas o estereotipias sin finalidad alguna. La deambulación errática (con el consiguiente riesgo de fuga), el seguir al cuidador, la repetición de movimientos asociados a la experiencia profesional de la persona y balanceos constantes son formas frecuentes de expresión.
Aparición de síntomas psicóticos: los delirios o pensamientos irracionales sobre variada temática (robo, perjuicio, celos, grandiosidad…) y las alucinaciones o percepciones sin objeto en cualquier esfera sensorial, suponen la ruptura con la realidad y la creación de una realidad paralela vivida por el enfermo.
Desinhibición o actuación fuera de los límites sociales establecidos: incluyendo conductas agresivas, verbalizaciones desinhibidas y conductas sexuales inapropiadas.
Trastornos del ciclo vigilia-sueño: con frecuencia, la persona con demencia tiene tendencia a agitarse cuando cae la luz, es el conocido como “síndrome del crepúsculo”; incentivado por la desorientación témporo-espacial que padece. Esta tendencia mantenida en el tiempo produce una alteración de los ciclos vigilia-sueño que se manifiesta en que el enfermo tiende a siestear a lo largo del día y, sin embargo, permanece más activo durante la noche.
En general, el síntoma psicólogico y conductual más predominante en cada momento dependerá de la fase de la enfermedad en la que se encuentre. Por ejemplo, las tendencias depresivas surgirán más fácilmente en estadios iniciales de la demencia, mientras que los síntomas de tipo psicótico son característicos de fases más avanzadas de la misma.
Además de todos los síntomas y de las características descritas dentro del perfil neuropsicológico, hay que resaltar que debido a que la mayor parte de las personas con demencia son de avanzada edad, es frecuente y probable que existan otras patologías y discapacidades concomitantes (ceguera, sordera, amputaciones, problemas vasculares…) que intervendrán y afectarán al curso de la demencia.
Fuente: Fundación Cien
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